Un espectro recorre Europa: el espectro de Beppe Grillo y el Movimiento 5 Estrellas. Después de haber conquistado a un cuarto del electorado italiano en sus primeras elecciones, los “grillini” se lanzan ahora a la conquista de Europa. ¿Qué representa realmente este Movimiento? ¿Cuáles son sus objetivos?
Fundado en el 2009, el Movimiento se consideró en un primer momento como un partido de “izquierda libertaria” y ambientalista. Sin embargo, su capacidad de llegar a un número amplio y heterogéneo de electores, desde la derecha hasta la izquierda, sorprendió a muchos observadores. Las razones de este enorme éxito, más allá de los juicios superficiales y escandalizados del establishment, muchas veces limitados a una oportunista denuncia de los “peligros de la anti-política”, deben encontrarse en la capacidad de Grillo y de los suyos de señalar de manera original y contundente tres profundas crisis que caracterizan a las sociedades europeas y, en particular, a la italiana.
Por una parte, el Movimiento se posicionó en el debate sobre la crisis económica. En vez de seguir el mantra de la eficiencia y de la forzada adaptación a la economía globalizada, el Movimiento denunció al capitalismo especulativo y antepuso el paradigma de la sostenibilidad a través del decrecimiento. Este modelo se enfoca en la protección del medio ambiente, la reducción de consumos y el recurso a la búsqueda de formas de economía cooperativa, menos orientadas a la utilización intensiva de los recursos naturales.
Por otra parte, el “grillismo” denunció con fuerza la crisis de la democracia representativa a la que contrapuso una versión actualizada de “democracia deliberativa”, en la cual el ciudadano se informa, participa, y decide sin mediaciones por parte de partidos, movimientos o sindicatos. Elemento imprescindible para lograr este objetivo es el uso de la tecnología y en particular de las redes, las cuales permitirían nuevas formas de control del poder político y una mayor capacidad del ciudadano de influir en los procesos decisionales.
Finalmente, Grillo denunció de manera violenta la decadencia política e institucional en la cual se encuentra la Segunda República italiana, caracterizada por el elevado nivel de corrupción y la incapacidad de reforma del sistema. Contra la “casta” de políticos y burócratas, Grillo propuso ni más ni menos la refundación de toda la clase dirigente y su sustitución por parte de ciudadanos comunes, elegidos sin pasar a través de los aparatos de partido.
Como se puede notar, se trata de temas cruciales no solo para el debate italiano, sino en general para el futuro de las sociedades europeas. El incontestable acierto temático de Grillo y la denuncia del enorme retraso de la política tradicional, sin embargo, no deben distraer de una serie de paradojas e interrogantes que las respuestas ofrecidas por el Movimiento esconden.
La meritoria denuncia de las deslocalizaciones, de la explotación intensiva de los recursos ambientales y de la especulación inmobiliaria, se limita con frecuencia a un genérico ataque a la globalización, acompañado por una ingenua exaltación de las capacidades de las economías nacionales de generar prosperidad a través de sus propios esfuerzos. La demanda de medidas proteccionistas para la defensa de la pequeña y mediana empresa, el control público sobre los sectores estratégicos y un hipotético retorno a las monedas nacionales se parecen más a un refrito de los mitos de la autarquía y de la autosuficiencia del Estado-nación que a un desafío novedoso a las disfunciones de la globalización. En este sentido, el Movimiento recuerda más bien a aquellos partidos euroescépticos que abogan por una suerte de retirada a un pasado idealizado.
De manera similar, el objetivo de cambiar el modelo representativo en favor de una democracia directa ha chocado con la anomalía de una formacion política guiada por un líder que, sin haber participado directamente en ninguna competencia electoral, dirige de manera despótica las políticas del Movimiento y de sus seguidores. Es Grillo quien decreta las expulsiones y suspensiones de los que se desvíen de la línea oficial, quien se reúne con las otras fuerzas, quien decide la línea política y el estilo argumentativo. Más que a la democracia deliberativa el Movimiento, recuerda a una reedición en clave telemática del “partido personal” de Silvio Berlusconi.
Finalmente, la severa crítica a la clase política italiana, que ahora se traslada a la europea, se ha traducido en un espectáculo de gritos y denuncias, con efectos francamente irrelevantes. Después de conseguir el 25% en las últimas elecciones, Grillo ha empezado una contraposición frontal con todas las demás fuerzas políticas, prohibiendo de hecho cualquier tipo de alianza o de compromiso a sus diputados. Esto ha impedido que el Movimiento pudiera ser un actor eficaz en la creación de alternativas políticas y de gobierno. La obstinación en no colaborar con “los responsables del desastre italiano” y la prefiguración, por ende, de que solo a través de la conquista total del poder sería posible hacer algo, representa un ulterior elemento desestabilizante en un país que necesitaría de fuerzas políticas constituyentes, abiertas a la colaboración y capaces de reformar en profundidad al sistema.
Lo que se evidencia tras una examen atento de las propuestas y de la praxis del Movimiento 5 Estrellas es que, tras la pomposa retórica de soluciones fáciles a problemas difíciles, se esconden viejos vicios de la política italiana: confundir la urgencia de reformar radicalmente el sistema con la idea de que sea suficiente vaciar a las instituciones y volver al pasado; imaginar a un pueblo “bueno” y homogéneo abusado por elites corruptas y usurpadoras; pensar que el dialogo democrático y la construcción de acuerdos sean un ideal que aplazar hasta el día en que el líder juzgue que haya llegado la hora. Cosas nada nuevas en estas latitudes.
Published by: HuffingtonPost.es
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